“¡Y sin pasar por un conservatorio!”

“¡Y sin pasar por un conservatorio!”
Alberto Correa ©Estudio Polifónico de Medellín
Lina María Aguirre Jaramillo / February 8, 2023
  • Alberto Correa Cadavid (Medellín, 1942) tiene una batuta con un recorrido impresionante: más de 4.000 conciertos, 1.200 coros, prácticamente todas las orquestas de Colombia han tocado bajo su dirección. En inglés, al quirófano se le dice ‘theatre’, y en realidad este médico ha pasado su vida en el teatro de los atriles, los instrumentos y partituras. Cambió el doctor por el maestro, y Colombia tiene que agradecerle mucha pasión musical diseminada hoy por todo el país.

    Correa cumplió 80 años en julio de 2022. Y su idea de celebración ‘íntima’ fue un  entrañable concierto en julio de 2022, en el Teatro Metropolitano de Medellín, con la Orquesta Filarmónica y el Estudio Polifónico de la ciudad (ambos fundados por él) en pleno, y aforo total.

    El concierto comenzó con un video conmemorativo, una placa honorífica como egresado ilustre de la facultad de Medicina de la Universidad de Antioquia, aplausos. Agradeció emocionado, encomendó al público que cuide su legado y luego condujo la atención hacia Beethoven, cuya Novena Sinfonía había escogido para la noche. El homenaje también fue de su parte para un maestro de todos los tiempos.

    Entre los testimonios del video y entre el público estaba su familia, y precisamente en la entrevista previa para El Exquisito, Correa relataba una escena reciente, al ver a su nieto Matías sentado al piano. “Me vi igual, siendo niño… tocando un Divertimento para Orquesta de Haydn… ¡hace 70 años!”. El episodio conmueve y también obliga a un repaso de la vida. ¿Cómo más se ve él a sí mismo?

    ©Orquesta Filarmónica de Medellín

    Se ve levantándose a las 3:30 de la mañana a estudiar, “fui distinto, no jugué fútbol, no monté en bicicleta”, hasta que el juicio terminó con otras amistades y lecturas a los 14 años. Las conversaciones con el filósofo Fernando González, los libros de Miller, Kafka, Kierkegaard y un tránsito hacia el existencialismo, “la angustia, no veía nada claro”. Los estudios erráticos, y una promesa a su papá: podía estudiar música pero sí hacía también una carrera formal. Finalmente terminó el bachillerato en el Instituto Nacional Marco Fidel Suárez, a donde iban a parar todos los muchachos que expulsaban de otros colegios del país.

    Se ve también caminando por la azotea del histórico Seminario de los Misioneros de Yarumal que existía en ese municipio al norte de Medellín, mientras el rector, padre Jesús Emilio Jaramillo Monsalve, le decía que le hablara. ¿Por qué quería entrar? El joven Correa se sentía desorientado, “no veo a Dios”.

    Una experiencia determinante. Inició un año de paz que se convirtió en un lustro de vida. Una hora diaria de latín. Estudió música, escribió partituras, cantó en la Coral del Seminario. A las 12:00 del mediodía almuerzo, a las 12:30 trabajo en la tierra, a la 1:30 de la tarde, canto. Empezó a dar clases a otros alumnos. Conoció a los hermanos Gustavo y Mario Yepes, quienes se destacarían posteriormente en la música y en las letras respectivamente. “Gustavo era un genio, un día le di una clase de diez minutos con una tarea y un librito, al día siguiente llegó con una partitura completa”.

    A veces, la duda: ¿quedarse o irse? Pero amanecía y a las 5:30 era hora de liturgia y música sagrada en la Capilla, la sensación palpable de algo superior: “inolvidable”. Cuando llegó el momento de retirarse, Monseñor Jaramillo le dijo “sabíamos que no tenía vocación pero valía la pena que estuviera. Cuando se gradúe de médico lo busco”. Correa lo recuerda con especial respeto, y con el dolor por su muerte en 1989 en el departamento de Arauca, al este de Colombia, cuando siendo obispo fue asesinado por la guerrilla del ELN, “otro crimen abominable”. El obispo fue beatificado en 2017.

    Entró a la Universidad tras haber “vuelto a encontrar a Dios, con el alma restituida”. Siendo estudiante co-fundó la Coral Ciudad de Envigado, el Estudio Polifónico en 1966 y, fascinado con el sonido del medioevo, un Grupo de Música Antigua. En 1973 dirigió por primera vez el Oratorio de El Mesías de Händel, pieza insigne de su repertorio.

    En el año 1982, cuando el Estudio tenía ya unos años de reconocimiento y ahorros, interpretando como coro para las orquestas sinfónicas del país, le daba vueltas a la idea de una orquesta filarmónica y pensaba “Que Dios me hable de alguna manera, pedí un signo inequívoco”.

    Tenían una presentación en el Festival de Música Religiosa en Popayán durante la Semana Santa de 1983. Mientras esperaban el bus que los iba a recoger, ocurrió el terremoto que sacudió esta histórica ciudad al noroeste de Colombia. Doscientas personas saltando de la segunda planta de un edificio. El retraso del conductor los salvó, el teatro al cual deberían haber ido más temprano se desplomó.

    ©Orquesta Filarmónica y Estudio Polifónico de Medellín

    Fue la señal que lo impulsó a la fundación de  la Filarmónica de Medellín que está celebrando 40 años en 2023. “Lo mío ha sido también abrir caminos”. En lo privado, su mirada está atenta al interior, a la trascendencia, Ya no es la búsqueda del joven estudiante sino la del hombre que, en su madurez, reconoce la profundidad de los atributos superiores de verdad, pulcritud, belleza: “Dios es la armonía total”. Los últimos cinco años han sido también los de ver el sufrimiento, el pathos del hombre vulnerable. La ‘via dolorosa’ que hace parte del ser humano.

    Mientras tanto, la música sigue sonando para el director Alberto Correa, que ha hecho su carrera musical “¡con el agravante de no haber pasado por un conservatorio!”, apunta riéndose, con buen tono antioqueño de charla y atrevimiento. A la postre, aquellas mañanas de frío con cantos gregorianos y la luz apenas filtrándose por los vitrales de la Capilla en Yarumal cultivaron al hombre, y al maestro.