No obstante, en el territorio romano, vasto en geografía como en historia, la virtud como un cualidad que debe regir la vida es parte fundamental de la llamada ‘manera roma’ de concebir el ideal de sus ciudadanos, gobernados y gobernantes. Constancia, como resolución, perseverancia. Piedad, como respeto y devoción. Pureza, como salud y dignidad. Disciplina, como autocontrol y frugalidad. Honestidad, como sano orgullo y honor… Autoridad y también clemencia. ¿Es posible tener mejor ambiciones individuales y cívicas, así sea contra viento y marea?
El tema, por supuesto, invita desde ahora a diversas exploraciones que interesan en El Exquisito. Además, es un tema que se extiende por siglos en Occidente, antes y después de Roma, así como en Oriente, donde otras culturas han elaborado nociones similares de conducir la acción humana. También es un tema relevante en los tiempos de este siglo XXI, cuando la presencia y ausencia de virtud en la vida individual y pública ocupa -y francamente preocupa- a ciudadanos por todo el mundo. Algunas ideologías en auge contemporáneo han intentado atacar lo políticamente incorrecto con una especie distorsionada de “señalamientos” que se califican irónicamente, desde fuera, de “virtuosos”.
La deidad griega Arete, equivalente a la romana Virtus está ligada al ideal masculino de fuerza y valor, que se identifica con la personificación del honor, Honos. El templo construido en honor de ambos ha desaparecido en Roma pero una estatua incompleta muy conocida en el museo Getty Villa en Los Angeles, podría corresponder a la figura de Virtus (aunque, según la información del Getty, podría ser, en su lugar, una diosa, representación de Roma y el Imperio). El Museo Arqueológico de Milán exhibe un bronce con la figura masculina de la divinidad.
“De virtud a basura, aquí hay de todo”, es una forma simplificada de la descripción que hizo el dramaturgo Plautus acerca de los individuos en la Roma antigua. En el escenario, en la calle, en el senado, Plautus, como nosotros ahora, sabemos que el comportamiento humano se mueve entre un amplio espectro y no se caracteriza precisamente por la perfección pero sí es posible aspirar, como lo han hecho generaciones atrás, a unos valores que hacen una buena vida y una buena sociedad.
Son los principios que reafirman la convicción de que no todo vale, que es necesario un sentido de dirección, que las palabras de Marco Tulio Cicerón resuenan: “Aferraos [a la virtud], os ruego, hombres de Roma, es una herencia que los ancestros os legaron. Todo lo demás es falso y dudoso, efímero y cambiante, solamente la virtud se mantiene firmemente, sus raíces son profundas, no se pueden sacudir por ninguna violencia”.