Abril, cerezos mil

En la primavera del hemisferio norte, el mes de abril trae los cerezos en flor comienzan a abrir rápidamente rompiendo la monotonía de los paisajes más inesperados. Una calle cualquiera de pronto adquiere una belleza inusitada con uno de estos árboles de espectacular florescencia. No todos ellos producen frutos, y aquellos que sí, no dan las apetecidas cerezas del verano. Éstas son fruto de otro árbol; familiar pero diferente a los cerezos en flor o ‘cherry blossoms’, que en Japón son famosos.

A Norteamérica llegaron con los colonos de los Países Bajos. Un reconocido poeta estadounidense, David Wagoner (1926-2021), les dedicó unos versos en The Cherry Tree.  El cerezo sale del vivero al jardín, echa raíces, sobrevive el primer crudo invierno y tiene unos cuantos años de “libertad mientras florece”. Habla del tiempo que pasa, de los años que llegan y de cada abril en el que el árbol olvidó “por qué no podía hacer lo que tenía que hacer”. Sus viejas ramas van desapareciendo pero, “con el viento y la lluvia”, dan paso a “nuevos brotes, llenos de rojo sangre, que se yerguen de nuevo ante la luz”. Cerezos, como la vida.