Es la lengua de la iglesia cristiana y, a pesar de embates vernáculos variopintos, es la lengua oficial de la Santa Sede y del Rito Romano de la iglesia católica. La Academia Pontificia Latinitatis, creada motu proprio por el papa Benedicto XVI, y la Fundación Latinitas, a su vez instituida en 1976 por el entonces papa Pablo VI, desarrollan actividades y publicaciones que fomentan el estudio y difusión de la lengua. Entre ellas, el Léxicum, diccionario de neologismos (traducción italiano-latín), con la colaboración de expertos internacionales y que se puede consultar en línea (aunque el diseño de la página web es tan antiguo que parece que nadie en el departamento informático de la Curia Vaticana se ha atrevido a atravesar el ‘rubicón’ del lenguaje html en este año MMXXII).
La historia del latín se puede estimar en unos 2700 años, en un pequeño asentamiento en el monte Palatino, en la región de Latium, donde habitaban, junto con otros grupos, los romanos que, con el tiempo, se convertirían en la tribu que dominaría y se convertiría en el imperio. Cualquier interés por la historia y el arte en Occidente se satisface mejor con el conocimiento, por lo menos, de algunas bases del latín en el cual se comunicaron desde pensadores antiguos romanos hasta genios del Renacimiento, pasando por una larga lista de emperadores, artistas, clérigos y otras personas que, en una pared, en una lápida, en un manuscrito, inscribieron algún tipo de testimonio que nos ha llegado hasta hoy.