San Petersburgo: la ciudad del Zar contra los nazis

San Petersburgo: la ciudad del Zar contra los nazis
©Viking/Penguin Books
Mesa Editorial / April 30, 2025
  • San Petersburgo es una ciudad que evoca grandeza y esplendor, pero también horror y oscuridad. El autor Sinclair McKay presentó en el Festival Literario de Oxford 2025 su viaje personal por la historia de esta ciudad en su más reciente libro, ‘Saint Petersburg: Sacrifice and Redemption in the City That Defied Hitler‘ (Viking, 2025), sobre el Zar que fundó esta ciudad nombrada en honor a San Pedro, sobre su sacrificio y redención, y sobre cómo desafió la ocupación nazi.

    Agradeciendo a los asistentes por haber acudido a la presentación en una tarde preciosa de sol en Oxford, el autor y crítico literario condujo un viaje sin pausa que cubrió muchos aspectos de esa ciudad que el zar Pedro el Grande levantó en un terreno de humedales Noroeste de Rusia (esto, luego de vivir en las afueras de Londres un tiempo a comienzos de 1698, en donde dejó muy mal recuerdo como inquilino al dejar muchos destrozos en la casa que ocupó).

    Ese origen, fechado el 27 de mayo de 1703, entre la visión del Zar y la realidad de los humedales, define los continuos contrastes de la San Petersburgo: una ciudad de veranos intensos en donde el sol no se llega a poner completamente en el horizonte, y de inviernos igualmente intensos, en donde la luz casi desaparece del todo. La ciudad de la enorme riqueza cultural y material con su insigne museo Hermitage, y la ciudad de la enorme represión cuando los comunistas soviéticos la renombraron ‘Leningrado’.

    Pero en medio de tantas rupturas, un hilo ha mantenido la continuidad y quizá la sobrevivencia de San Petersburgo: el arte. “Es una ciudad de amantes de libros, de amantes del estudio de los libros. La ciudad se entiende por la literatura”, explica el autor, y una parte importante de su libro está dedicada a este tema: la prosa, poesía y drama que tan enteramente inspiraron a Alexander Pushkin, por ejemplo.

    El deleite de aristócratas y burgueses, el interés genuino de las muchas personas que, sin nada de comida, asolados por la ocupación nazi de la ciudad que duró 900 días, acudían a la biblioteca como refugio el cuerpo y el espíritu; el arte como espada de doble filo para los comandantes soviéticos: entre el utilitarismo y la más violenta supresión.

    El autor menciona casos como el de un comandante soviético que quería cambiar el final para Romeo y Julieta, y el de la poeta y traductora Anna Akhmatova, de origen noble, que no aceptaría órdenes y sería condenada al ostracismo: no se le permitía escribir, quedó prohibido leerla pero, a pesar de sufrir en carne propia el castigo de la barbarie soviética, permaneció fiel al que consideraba como ideal comunista del nuevo régimen. Cuando ese mismo régimen necesitó echar mano de un aliento patriótico para resistir a los nazis, Akhmatova volvió a ser leída.

    Junto a las letras, en la música también se lee y entiende a San Petersburgo. Sergei Prokofiev y, por supuesto, Dimitri Shostakovich, crearon una parte formidable de sus respectivas obras en la ciudad, maniobrando en sus complejas relaciones con el régimen soviético de turno. En particular, la Sinfonía Número 7 de Shostakovich, Leningrado, es un canto al carácter esencial de la ciudad y su gente que sufrió la ocupación ordenada por Hitler en el verano de 1942, que duró 900 días y durante la cual murió más de un millón de personas de hambruna, muchas de ellas niños pequeños, como el hermano del presidente Vladimir Putin. Con todo esto, y a pesar de los bombardeos que no dejaban ver la diferencia entre el día y la noche, la ciudad se levantó de las cenizas una vez más.

    McKay habla como escribe: rápidamente, animado, con entusiasmo por sus temas, con un amplio conocimiento de la ciudad, su historia y cultura. No todos los lectores estarán necesariamente de acuerdo con las opiniones suyas sobre los protagonistas y la situación geopolítica actual en esa parte del mundo, pero apreciarán un recorrido detallado por una ciudad que muchas personas fuera de Rusia continúan anhelando poder conocer personalmente, una ciudad que ha vivido muchas noches, pero siempre ha vuelto a ver el día.