La Fontana di Trevi (término corto en italiano derivado del latín Trivum, que indica las tres vias, las tres calles que confluyen en este sitio puramente característico de Roma) tuvo un origen utilitario para el agua potable de la ciudad, un planeado engrandecimiento barroco ideado por Bernini, en un encargo del papa Urbano VIII. Aunque fue Clemente XIII quien inauguró la fuente que hoy conocemos, en 1762, tras treinta años de trabajos dirigidos por Gioseppe Pannini sobre diseños de Nicola Salvi que popularon los 49 metros de ancho y 26 metros de alto con imponentes columnas que enmarcan el carruaje de Oceanus y demás figuras que atraen la atención de visitantes de todo el mundo -Fellini, Mastroiani, Ekberg y el resto de elenco de La Dolce Vita (1960) incluidos.
Algunas personas lanzan dos y tres monedas con fines románticos -según el folclor y la película Three Coins in the Fountain (1954), con la canción de entrada que ganó un Premio Oscar- pero la primera que todos dejamos en las aguas de la fuente más famosa del mundo es para volver allí algún día.