Cinco integrantes del Ensamble presentaron el concierto: Paul Beniston y James Nash (trompetas), Mark Vines (cuerno), Mark Templeton (trombón) y David Kendall (tuba). Ellos condujeron a los asistentes por un itinerario que comenzó con la Suite en Re Mayor de Jeremiah Clarke (c. 1674-1707).
Clarke fue el primer organista de la catedral de San Pablo en Londres tras el gran incendio de la ciudad en 1666 y posteriormente compartió el mismo cargo en la Capilla Real de Windsor. Concibió esta pieza alrededor del año 1700, originalmente para trompeta con una pequeña orquesta. El arreglo de Paul Archibald para quinteto de bronces ofrece un buen intercambio entre los instrumentos que avanza a buen ritmo hasta la Marcha para el Príncipe de Dinamarca, la cual es interpretada a menudo en ceremonias de boda. Clarke había llegado a la Capilla Real con el título de ‘Caballero extraordinario’ pero se enamoró imposiblemente de una joven estudiante y, devastado, acabó con su vida.
La historia recuerda al rey inglés Enrique VIII (1491-1547) principalmente como un monarca poderoso, iracundo, de batallas, de ruptura con Roma y de seis esposas. Todo cierto, pero también escribía en inglés, francés y latín, era aficionado a la poesía, la música, patrocinó coros y artistas, tocaba el laúd y el órgano. El Ensamble interpretó Rosa sin una espina (Rose without a Thorn, arreglo de Elgar Howarth), compilación de piezas que escribió el rey o que sonaban en su corte y de las cuales Pasatiempo en buena compañía (Pastime with good company), un canto a las virtudes de la vida principesca, es una de las más conocidas.
De la Inglaterra Tudor, el Ensamble pasó a la Rusia del siglo XIX. En primer lugar, con Cuatro Pequeñas Piezas del compositor alemán afincado en San Petersburgo Ludwig Maurer (1789-1878), quien desde muy joven empezó a construir una carrera que lo convirtió en un nombre principal de la escena musical de su ciudad adoptiva. La colección (con el título original 12 Kleine Stücke, publicada póstumamente en 1881) es un ejemplo ligero y elegante de la música de salón de la época. En segundo lugar, la Sinfonía para bronces de Victor Ewald (1860-1935), un hombre que fue compositor, violonchelista, intérprete de cuerno francés e… ingeniero civil. Como muchos de sus compatriotas de la Rusia zarista, su destreza se desarrollaba entre partituras y otros oficios. La pieza interpretada por el Ensamble captura al público especialmente con un enérgico segundo movimiento que da paso a un final entusiasta y edificante.
Tres Preludios (1926) del insigne compositor de padres rusos, herencia judía y talento americano George Gershwin (1898-1937) fue la pieza siguiente, un arreglo de Bill Holcombe a la composición original para piano. Una encantadora combinación de suavidad con ritmo de blues que inmediatamente traslada a la Nueva York de comienzos del siglo XX. El segundo preludio especialmente deleita entre el arrullo y una danza sutil que el mismo Gershwin describía como un “canto de cuna en blues”.
Para terminar, música juguetona, entretenida, de ambiente de feria llevado a un escenario familiar de cabaret con la Suite de Music Hall de Joseph Horovitz (1926-2022), compositor vienés que emigró con su familia a Inglaterra en 1938, convirtiéndose en uno de los principales nombres de la música europea en el siglo XX. Esta pieza del año 1964 empieza lentamente y va tomando fuerza de tal forma que hace pensar en la figura de dos ciclistas a la antigua, en un tándem, de gorra, chaleco y calcetines a juego haciendo guiños a la audiencia; delicioso final para una tarde de domingo.